23.5.11

"venimos en bolsa y nos vamos en cajón".


Sofía, intenta concentrarse y demostrarle a su organismo, que a pesar de no sentir respirar más, aún lo hace; mientras tanto, la gente entre risas se lava fácilmente las manos, en búsqueda de sus viajes de relajo, días en el club, cenas ostentosas cargadas de conversaciones sobre autos y caballos de carrera, vinos tintos y quesos, cuyos extensos nombres omitiremos.

Sofia siente envejecer prematuramente, siente morir cada día; se ve perseguida por el recuerdo de sus abuelos muertos en compañía de una desintegrada familia a la cual creía la mejor de todas, estúpidamente.

A su alrededor la misma mierda nocturna, la misma angustia, los mismos panes en waflera, el mismo café cargado, las mismas escaleras que subir y bajar, la misma habitación de paredes blancas que nadie vuelve a pintar, el mismo piso que nadie encera ni pule, la ventana empañada con cielo violáceo, la misma tenue luz amarillo vetusto, la misma falta de respiración de todas las noches, las mismas películas, la misma vecina que toca el piano, el mismo llanto solitario que le amarga y engrosa los párpados, el ladrón que nunca llega; el abandono de ella misma y el abandono de los demás.