18.8.11

Llegué a casa completamente desconcertada. El cielo reflejaba oscuridad, sin embargo, para mí era de día. Luego de estar sumergida por una larga temporada en ése ambiente mágico, llamado noche, dejándome envolver por sus luces amarillo tenue, hoy alguien abrió la cortina intempestivamente y me señaló el cielo claro.

Abrí los ojos a través de una sonrisa de comprensión, asintiendo con la cabeza y negando con el alma, mientras retrocedía y borraba todo lo escrito; borraba a Benedetti, a Neruda, a los dibujos, a Chopin con cigarrillo, a expresos, a los cuadros vistos, a las sillas juntas, a la música compartida, al invierno en verano, saludando con llanto a la luz blanca y fría, a empezar a abrigarse, a empezar desde cero, como una novela que se relee mil veces porque es demasiado buena para terminarla, sabiendo al mismo tiempo que ha sido de los libros más bonitos que he abierto, pero como todo buen relato, se acabó.

Tengo veintemil cosas más que decir, pero no me salen, he estado escribiendo hace mucho y nada encaja con todo lo que tengo por decir. Como el escritor ante la primera novela, sentado frente a la página en blanco con crisis de ideas, o peor aún, con crisis de expresión, porque siente tantas cosas increíbles al mismo tiempo, que no sabe por dónde comenzar.

15.8.11

¡Que nadie duerma!
¡Que nadie duerma!

También tú, oh princesa,
en tu fría habitación.

Miras las estrellas,
que tiemblan de amor y de esperanza.

Mas mi misterio está encerrado en mí,
Mi nombre nadie lo sabrá.
No, no, sobre tu boca lo diré.
Sólo cuando la luz brille,
Cuando la luz brille.

¡No, no, sobre tu boca lo diré!
Y mi beso derretirá el silencio,
que te hace mía.

Su nombre nadie sabrá...
¡Y nosotras, ay, deberemos, morir, morir!

¡Disípate, oh noche!
¡Tramontad, estrellas!
¡Tramontad, estrellas!

¡Al alba, venceré!
¡Venceré!
¡Venceré!

11.8.11

Crónica de las 96 horas.
Bienvenido a la nebulosa de la noche,
donde se piensa más, antes de decir las cosas.



15.
10.
12.
10.
11.
10.
10.

Le gustaba la noche a su lado, pero ahora le gustaba el día también. Aprendió a disfrutar de ambas estaciones, sin mayor reparo. Mientras las horas pasaban y los momentos se suscitaban, los días y las noches, se acortaban, entonces se dijeron ¿por qué no alargar las horas? que el día sea de 24 y las noches de 24. Fue así que los relojes quedaron encapsulados en el aire, en bocanadas de humo y miradas, en miles de cafés y limonadas.

(Se Busca: Miles de pretextos para que 48, se convierta en 72 o 96)
  
Por siempre.
Por siempre.

Pensaron. Quedando un minuto de estadía frente a lo escrito, siguen haciéndolo (y lo seguirán haciendo mientras duerman). Eligieron el sueño correcto, el sueño compartido. Ese sueño tan bonito, llamado realidad.

Demasiado perfecto.

En La Realidad, no existe Demasiado Perfecto; la vida es una sola y cuando se acabe, será Demasiado Fin, entonces, quedémonos con Perfecto. La vida es perfecta, ahora hay que disfrutarla Demasiado.

No borres.
Es auto Prudencia.
Sí, pero doña Prudencia demora como 10 minutos.

(Me quedo pensando; es un mecanismo ideado especialmente para llegar a las 96 horas)

96 horas.
¿Qué son las 96 horas?
Una crónica breve.

Ahora tú.

La abrazó y estrechó entre sus brazos fuertemente, apasionadamente. Todo esto, al regresar de cacería. La selva fue negra, dura y salvaje, pero el cazador sobrevivió ante mil ataques. Y luego del abrazo más lindo del mundo, ella dibujó una sonrisa para él. Caminaron mucho por un lago alejado de todos y se dejaron envolver por el ambiente. La noche, fue el reencuentro de siempre, la luna y las estrellas, testigos asiduos. El exceso siempre sabía a poco. Como sus antiguas 96 horas; ahora 120.

Me caso
¿Cazó?

Confesó. Confesó lo inconfesable.

¿Te digo la hora?


Entonces, se comió todos los relojes del mundo.

Es tarde, me muero…
¡No! No te mueras nunca.

Le inyectó sangre de relojes.


Eres acreedora de una pregunta.
Me pregunto, ¿qué te preguntas?